La de la foto es la cantante de jazz Billie Holiday durante una grabación de estudio. Los paneles de madera y corcho que la rodean no son los restos de un armario de Ikea sin montar. La cortina de tela que se ve al fondo tampoco está ahí para decorar. Están colocados así para amortiguar el sonido de su voz de tal forma que el micrófono no grabe ningún eco, ningún rebote. Para que suene lo más “seco” posible.
Así se suele grabar hoy en todos los estudios. Al otro lado del cristal, en la mesa de mezclas, un ingeniero de sonido añade después reverberación a la voz de forma artificial mediante un aparato llamado “reverb”. Pero el eco de la voz no se suma a la mezcla como el que le echa sal a un filete. Esto es cosa de ingenieros. Existen complejas tablas que usan los técnicos y, en función del ritmo de cada canción, el eco dura más o menos para que se adapte a la velocidad y el estilo de la música.
Con el truco del “reverb”, si el ingeniero de sonido es competente, es como si el cantante estuviese cantando en la sala perfecta para su timbre de voz y esa canción. Cada habitación tiene su eco natural. La acústica no es igual en una catedral, en un garaje o en un bidón. Y no todos los materiales responden del mismo modo: la madera, la tela o el corcho amortiguan el sonido mientras que la piedra, el metal o el cristal lo reflejan. Sin embargo, no es práctico construir un estudio de grabación distinto para cada cantante, para cada canción. Por eso los ingenieros de sonido “secan” la voz y después añaden el eco a medida.
Antes de que se inventase la “reverb”, las técnicas de grabación eran más rudimentarias. Las voces y algunos instrumentos se grababan en “salas brillantes”: habitaciones forradas completamente de azulejos, con esquinas redondeadas, que hacían que el sonido rebotase en las paredes y daban así más calidez a la voz.
En algunos estudios de grabación españoles aún se conservan, ya en desuso, algunas de estas salas. Su apariencia a veces es siniestra: normalmente son completamente blancas y dan la impresión de ser la celda de un manicomio. En Sonoland, un veterano estudio en Madrid, hay una vieja sala brillante donde algunos dicen que se aparece el fantasma de Cecilia, la cantante de los 70.
Varios discos de la Motown de los primeros años, a falta de salas brillantes, fueron grabados en los enormes baños de un hotel de lujo. Los ingenieros de sonido, disfrazados de botones, ponían en la puerta un cartel como si estuviesen limpiando, colaban un magnetofón portátil y grababan allí las voces. El marmol hacía el resto.
Algunos artistas siguen usando la misma táctica. Hoy, con los ordenadores portátiles y las nuevas tarjetas de sonido, es aún más fácil. En su primer disco en solitario, Bjork grabó una de las canciones [There's more to life than this] en el baño de una discoteca. PJ Harvey también está enamorada de la acústica del baño de su casa y graba allí muchas de sus canciones.
Pero no hace falta ser una diva del pop para disfrutar de una buena acústica. Todos los que cantan en el baño, una “sala brillante” de andar por casa, no sólo demuestran buen humor. También tienen buen oído. En la ducha, hasta el cantante más desafinado suena mejor.
El artículo es de Ignacio Escolar, 29 Abril del 2005.
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